jueves, 6 de noviembre de 2008

Apasionamientos mediáticos calculadamente provechosos aparte


Astillero/Julio Hernández López

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx


La desmemoria como pedestal

Por decreto: accidente

Homenajes electorales


El mejor promotor de la hipótesis del atentado es el propio gobierno federal. La insistencia oficial en que no hay cabida más que para pensar en lo accidental ha generado una rápida propagación del espectro de las conspiraciones, con material especulativo que va desde las dudas respecto de la verdadera identidad de los irreconocibles restos calcinados hasta las razones políticas que habrían estado detrás de las presuntas maquinaciones en las que, según esos ánimos públicos desatados, habrían podido participar intereses petroleros traicionados o venganzas de narcotraficantes (sobre todo por la detención de El Rey Zambada), o maniobras de falsa desaparición para luego disfrutar riquezas acumuladas, e incluso ajustes internos de cuentas o pleitos despiadados entre derechistas desesperados por seguir en el poder. De la aparición de esas y otras variantes de la imaginación colectiva ha de responsabilizarse al mal manejo de la crisis del Learjet que ha hecho la administración felipista, en particular su nada confiable secretario de comunicaciones y transportes, el transexenal Luis Téllez, que produce suspicacias en la misma proporción en que se ha aferrado desde unas horas después del accidente aéreo a instalar la teoría del tirador solitario, perdón, del accidente como opción solitaria, sin practicar la necesaria apertura a todas las variables que un investigador honesto y sin consigna habría de mantener cuando menos durante el lapso inmediatamente posterior a un suceso tan altamente polémico. Y la rapidísima campaña de información internacional organizada por la normalmente lenta y aguada cancillería, como si una orden superior estuviese conminando a ciertos subordinados a luchar para asentar con fuerza la idea del accidente como posibilidad única.


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